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Encarar el miedo (primera parte)

Encarar el miedo

Encarar el miedo (primera parte)


Por José Manuel López
Profesor. Relator. Dilvulgador de meditación.


Existe un universo paralelo en el que vivimos cuando las emociones difíciles nos engullen.

De repente dejamos de ser. Se apropian de nuestros brazos, nuestros pulmones o nuestro estómago. De repente, convertidos en hatajo de nervios nos vemos privados de la consciencia, sometidos a los antojos de la ira, del miedo o del pánico.

Nuestros pensamientos mismos participan en la creación de ese universo-realidad y luego desaparecen rápidamente.

Cuando entran en nuestra casa se funden con las paredes y los techos. En ese paisaje ya no existe casa, ni cielo para respirar. Sin darnos cuenta nos fusionamos con ellas y a pesar de que su vida sea más o menos corta se hacen interminables y se empoderan fingiendo estar hechas de nuestros huesos.

Cómo nos manejamos con las emociones difíciles? Habitualmente, sin abandonarlas nos ponemos a hacer “otra cosa” y perdidos en nuestra identificación completa con ellas, nos sumimos más en su inconsciencia.

Con la urgencia de querer desembarazarnos, por encima de todo, del sufrimiento que nos causan las convertimos en un problema recurrente, como cada vez que repetimos verbalizando ¿Por qué tengo miedo? ¿Por qué estoy aterrorizado? Convertimos Yo en él, y él es nuestra esencia.

Otra actitud que tomamos pasa por negar su existencia, comportamiento evasivo muy fácil de instalar en nuestra vida dadas las supersofisticadas distracciones dirigidas a crear hábitos para vivir en automático.

Ahora bien, si lo ponemos delante nuestra, podremos ver que el miedo está compuesto de intensas impresiones corporales y por otro lado de pensamientos atenazantes, que son su principal alimento.

La respuesta clave a como encarar el miedo podemos encontrarla desde la práctica efectiva de mindfulness, desmintiendo (nos) que la emoción difícil sea parte de un supuesto yo, y mucho menos que sirva para definirnos.

Permítete, desde el abrazo y la compasión, prestar atención a los movimientos en nuestro cuerpo de esa energía compulsiva a que llamamos miedo: sin separarnos de él y sin identificarnos. En otras palabras, corporalízalo para poder por fin abordarlo; en este sentido, la práctica del escaneado corporal, una de las meditaciones puntal del mindfulness, constituye nuestra preparación para poder rastrear a lo largo y ancho de nuestro cuerpo esas diferentes energías movilizadas por efecto de la turbulencia emocional.